Al norte de la capital burgalesa se extienden la Merindad de Río Ubierna y el Valle de las Navas. La ciudad de Burgos, una parte del Páramo de Masa, la depresión burebana, la Brújula y el Valle de Santibáñez delimitan estas tierras.

Una parte de la actual Merindad de Río Ubierna está formada por largas y anchas estructuras erosionadas a nivel de las calizas del Cretácico.

El río Ubierna nace en las proximidades de Quintanilla Sobresierra y vertebra una parte de este territorio. Desde su cabecera, las aguas de este río y sus afluentes han excavado sus cursos en la roca caliza, originando los bellos desfiladeros de Ubierna, Rucios y La Hoz, donde la diversidad vegetal está muy presente.

A lo largo de su recorrido en dirección sur, el caudal del Ubierna se ve incrementado por los aportes de numerosos arroyos y manantiales. En este tranquilo camino riega localidades como Ubierna. Sotopalacios o Vivar del Cid, antes de desembocar en el río Arlanzón, cerca de la ciudad de Burgos.

En torno al río crecen interesantes bosques de ribera que agrupan chopos, sauces, alisos y álamos. Ocupando el fondo de esta abierta depresión surgen las amplias extensiones cerealistas que han permitido vivir durante generaciones a los habitantes del lugar.

En la parte más septentrional de la Merindad, situada a una altitud media de 1.000 metros, las duras condiciones climatológicas y del suelo condicionan el crecimiento de la vegetación: es el páramo.

Con la llegada de la primavera, esta amplia superficie aparece cubierta de un colorido manto de brezo rubio, brecina, gayuba y tomillo. Entre estas áridas tierras aparecen varias lagunas de origen kárstico, como las de Pila Vieja, Venta la Perra y Cernégula (también llamada Charca de las Brujas).

Al este de la Merindad, en la zona de Las Torcas, la erosión ha dejado al descubierto unas tierras de tonalidades rojizas cubiertas por encinas y quejigos.

El Valle de las Navas es uno de esos curiosos rincones burgaleses que nos sorprenden por su peculiar paisaje, donde los campos de cultivos contrastan con unas lomas matizadas por los colores blancos de sus tierras.

El patrimonio artístico es rico y variado en esta zona. Desde los primeros vestigios (yacimientos prehistóricos como los de Las Espisas o La Polera, en Ubierna), pasando por la herencia romana (la Vía de Italia transita por el borde sur de estas tierras, en las que Sotopalacios o Ubierna conservan interesantes restos), se alcanza la Edad Media, en la que muchos de estos pueblos alcanzaron gran esplendor. Buenos ejemplos de ello son los castillos de Sotopalacios y Ubierna, las iglesias románicas de Quintanarruz, Rioseras, Villanueva Río Ubierna y Villaverde-Peñahorada o el convento de Vivar del Cid.

Otros elementos patrimoniales de interés son las casas blasonadas de Celadilla-Sotobrín, Quintanarruz, Sotopalacios y Villaverde-Peñahorada, sin olvidar las iglesias de Riocerezo, Sotopalacios y Tobes y Rahedo.