La depresión de La Bureba es una perfecta y modélica cuenca sedimentaria drenada por el curso del río Oca y sus afluentes, cuyos materiales terciarios se diferencian de un modo claro con la orla montañosa que la rodea. Se trata de una gran llanura encajonada entre sierras, cerrada al norte por los Montes Obarenes. Las parameras de Altotero, sobre Poza de la Sal, configuran un límite natural hacia el oeste. Al sur, los Montes de Oca, la Sierra de la Demanda y el Alto de la Brújula delimitan la depresión burebana.

Esta abierta campiña es una región deforestada, resultado de la acción del hombre. A lo largo de la historia, los espacios de monte y matorral han dado paso a la enorme superficie cultivable que hoy contemplamos.

El centro de La Bureba, hacia el norte de Briviesca, está ocupado por un mosaico de terrenos de cultivo donde sólo aparecen algunas masas arbóreas en las laderas de los Montes Obarenes, incluidos en la Red de Espacios Naturales de la Junta de Castilla y León y declarados con la categoría de Parque Natural.

Es allí donde se contempla abundante matorral de sabina y boj, además de extensos bosques de quejigo, pino silvestre, pino resinero y sobre todo encina. En las cumbres se puede ver alguna mancha aislada de haya.

El factor climático tiene gran importancia en la aptitud de las tierras para el cultivo. Las condiciones climatológicas de La Bureba se caracterizan por inviernos largos y fríos y veranos cortos y frescos. Las precitipaciones presentan cierta continuidad y regularidad a lo largo de todo el año, exceptuando la época estival.

En la parte noroeste de La Bureba se extiende el Valle de Las Caderechas, un bello y rico enclave que entra en contacto con los primeros páramos castellanos. Una gran cresta caliza establece un perfecto límite natural con el cercano Valle de Valdivielso, vertebrado por el caudaloso río Ebro.

El Valle de Las Caderechas tiene la estructura de una gran hoya o depresión. La aislada geografía de este territorio encierra en su interior un interesante onjunto paisajístico en el que se mezclan los verdes y tupidos bosques, los campos de frutales, el pintoresco caserío de los pueblos y una serie de estrechos valles que condicionan las comunicaciones.

Los espesos bosques de quejigo, encina y pino resinero cubren buena parte de la superficie de Las Caderechas. Aquí encuentra refugio una vairada fauna, entre la que destacan corzos, ardillas y jabalíes. Las aves rapaces, principalmente buitres leonados, alimoches y algún ejemplar de águila real, también tienen una buena representación en los abundantes riscos calizos de la zona.

Pero si por algo resalta este curioso valle es por sus árboles frutales, en especial manzanos y cerezos, de los que se obtiene una excelente fruta que cuenta con su propia marca de garantía.

Es recomendable la visita al valle hacia mediados de abril. En esta época los frutales alcanzan su plena floración y Las Caderechas se cubren de un llamativo y bello manto blanco, creando un paisaje de ensueño.

Al sur de Las Caderechas se encuentra una de las estructuras geomorfológicas más singulares de toda la provincia: el diapiro de Poza de la Sal. Se trata de una depresión de forma circular, con más de 2,5 kilómetros de diámetro, cuyo núcleo se encuentra ocupado por materiales salinos formados en el período Triásico.

Estos materiales ascendieron desde sustratos profundos y atravesaron las formaciones calcáreas más modernas, surgidas durante el Cretácico y el Jurásico. En el centro de este anfiteatro aflora un relieve formado por rocas volcánicas básicas -ofitas-, de origen también triásico.

Para extraer la sal, labor que se ha llevado a cabo desde época romana hasta tiempos muy recientes, se dejaba evaporar el agua salobre procedente de profundos pozos y galerías excavadas en la depresión.

Como resultado del paso de las distintas culturas, el patrimonio de La Bureba incluye yacimientos de la Edad del Hierro -Soto de Bureba, Poza de la Sal, Briviesca, Miraveche, Villanueva de Teba- y restos de poblamientos autrigones -Briviesca, Monasterio de Rodilla, Cubo de Bureba, Santa María Ribarredonda, Poza de la Sal-.

La huella de la dominación romana resulta visible en las calzadas -Vía de Italia a Hispania y Vía Aquitana- que atraviesan esta comarca, así como en los numerosos vestigios hallados.

Durante la Edad Media, los peregrinos utilizaron la Vía de Bayona para dirigirse a Compostela, antes de que el Camino Francés se convirtiera en la ruta jacobea oficial.

Entre las construcciones civiles, destacan los castillos de Monasterio de Rodilla y Poza de la Sal, sin olvidar los restos de fortificaciones en Rojas, Zuñeda o Grisaleña.

Dentro del patrimonio religioso, el románico es el gran protagonista en La Bureba. Ejemplos sobresalientes pueden encontrarse en Monasterio de Rodilla, Abajas, Valdazo, Navas de Bureba, Aguilar de Bureba, Lences, Castil de Lences, Soto de Bureba, Revillalcón, Los Barrios de Bureba, Rojas, Quintanabureba, Piérnigas o Carcedo de Bureba, entre otros.

En cuanto a los monasterios y conventos, destaca el de Santa Clara, en Briviesca, además del de Castil de Lences. Briviesca y Poza de la Sal son, además, algunos de los más destacables conjuntos urbanos de la provincia de Burgos.

Y para finalizar, una visita obligada es el Santuario de Santa Casilda, en Buezo. Se trata de una construcción rodeada de leyenda y emplazada sobre un espactacular macizo rocoso desde donde se obtienen magníficas panorámicas.